La nata, ese producto lácteo rico en grasa, es mucho más versátil de lo que imaginamos. Más allá de la nata común, existe un fascinante mundo de variedades, desde las clasificadas por su origen y contenido graso, hasta las que se distinguen por su consistencia y dulzor.
Pero hoy, nos adentramos en un territorio aún más intrigante: las natas agrias o ácidas. Estas, comunes en la cocina de la Europa fría, deben su característico sabor a la fermentación láctea, situándose a medio camino entre la nata dulce y el yogur.
Desde la densa Panna Agra italiana hasta la untable Crème Fraîche francesa, pasando por la Smetana eslava y la líquida Crema Agria (o Soured Cream y Saure Sahne), cada una ofrece texturas y niveles de acidez únicos, ideales para diversas preparaciones culinarias.
La Crème Fraîche, por ejemplo, es perfecta para salsas y repostería, mientras que la Crema Agria, más ácida, realza ensaladas y platos de carne. Aunque antes eran difíciles de encontrar en España, ahora tenemos acceso a Crème Fraîche y a la nata ácida Frischli, permitiéndonos experimentar y adaptar estas delicias a nuestros gustos.